DÍA 35

19 de julio de 2023

3:00 h.

 

Hoy toca seguir con los diapasones.

Vicente tiene que terminar de dibujar las distancias entre los trastes.

Juan propone medir con el calibre, lo que, en mi opinión, complica bastante la labor (nunca entenderé en profundidad cómo funciona ese artilugio).

Y, entre calibre y regla, acaba pronto el trabajo. Ha habido que decidir el número de trastes: como el diapasón es más largo, Vicente decide que lleve 18 trastes, cuatro más que el mío.

Y hay que hacer las ranuras.

Cuando Juan saca los listones que usé yo, comento que las ranuras-guía que llevan están muy gastadas, por lo que la sierra se movía haciendo peligrar la precisión del corte.

A Juan no le extraña. El uso normal tiende a ir ampliando el corte, y le dice a Vicente que haga otro nuevo.

Así va mucho mejor.

Cuando Vicente se interesa por la profundidad, le decimos que debe de coincidir con la altura de los dientes de la sierra más gruesa.

Para comprobarlo, Juan saca una linterna: Si no pasa la luz, está correcto.

Bromeamos con que a mí no me ofreció la linterna, que quiere más a Vicente.

Y, en relativamente poco tiempo, Vicente acaba de cortar limpiamente el diapasón de ébano. Nos sigue sorprendiendo la nobleza de esta madera, que se deja trabajar bien a pesar de su dureza.

Y mientras, el otro guitarro ya se liberó de los sargentos y la verdad es que está fantástico.

Juan saca una regla de metacrilato, como siempre fruto de su insuperable reciclaje.

Comprobamos que está casi bien. Siempre casi.

Solo abomba un poco por en centro, y con un poco de lija, en poco tiempo se corrige ese casi.

Le preocupa la profundidad. Parece que estos trastes son un poco más largos que los que él usa en sus guitarras.

Con una pequeña chapa de madera vamos comprobando y parece que hay que profundizar un poco, y ensanchar también.

Además comenta que conviene achaflanar un poco las ranuras para que no astillen si hay que extraer algún traste (el único pero que le vemos al ébano es que se astilla con cuerta facilidad).

Aunque dice que la perfección no existe, lo cierto es que Juan la busca constantemente.

Y esa cualidad nos lleva al siguiente paso:

Saca su enésima fábrica.

Un tarugo de madera que podría ser combustible de chimenea, pero que tiene una ligerísima curva en una de sus caras.

Al adaptar una lija, la superficie que se trabaje adoptará esa misma curva, muy conveniente lara los diapasones.

Con una tiza marca tres líneas.

Cuando desaparezcan las de los lados habremos conseguido el objetivo.

Siguiendo con la nobleza del ébano, apenas cuesta trabajo.

Para terminar de preparar el diapasón, me da una lija muy fina.

Con muy poco esfuerzo, los pequeños arañazos desaparecen y el ébano coge un tacto espectacular.

Después de enderezar la segunda ranura, que había quedado un poco torcida, le pido algo para vaciar los agujeros de xilófagos y llenarlos con masilla.

Me da un destornillador de relojero afilado, convertido en un mini formón. Ya lo conocía de cuando ranuré las rosetas.

Hago masilla con una gota de cola titebond (de luthier) y un poco del ébano que recogí de lijar los diapasones.

No me gusta la viscosidad excesiva. Creo que con cola blanca quedaría mejor.

De hecho, el agujero más grueso queda algo hundido. Pero el color es perfecto.

Ya se mejorará esto después.

Y, por fin, toca pelear con los trastes.

Hay que ir cortándolos a medida.

Como vemos que están muy curvados (venían en un rollo), hay que enderezarlos. Cuando Juan me ve haciéndolo con las manos, saca su enésima máquina para enderezar trastes.

Una más.

Como hay que golpear para encajar los trastes, hay que quitarlos de su ubicación.

Y claro, otra máquina de Juan aparece de inmediato.

No digo ná.

El primero lo pone Juan. Comprobamos que entra con dificultad y no del todo, por lo que, como sospechábamos, hay que usar li sierra de arco con tope de profundidad que tiene para estas cosas.

Ésta no necesita linternica, pero, como no se ve la hoja, hay que ir con muchísimo cuidado para hacer el corte justo en su sitio. Sería terrible cargarme ahora el diapasón.

Confiando en el tacto y con mucho miedo, no tardo en solucionar el problema.

Los trastes van a presión y encolados.

Como vi el otro día, con el calorazo que hace la cola genera grumos, por lo que Juan la guarda en su cava/cueva/bodega/frigorífico y va perfecta.

Hay que usar un mazo de goma bastante duro. Es necesario golpear con cierta fuerza y apoyar el mástil con un taco para que no sufra el resto del guitarro.

Por poca cola que se echa, siempre desborda un poco. Juan saca el cazo que ya conocíamos del trabajo de doblar en el "órgano" y aconseja quitar con el trapo mojado cualquier exceso, antes de que seque.

...

Por la tarde me pongo a dibujar el puente de Vicente

Veo que las cruces de los extremos son añadidas, de una madera más oscura, y las medias esferas también.

Podría ser algo así.

He quedado en hacer esta semana una prueba con abeto para ver el resultado, pero al poner el dibujo sobre mi guitarro, veo muy grande el puente.

Como no urge, haré el modelo después, cuando tengamos claro el tamaño.

Ah, y hemos almorzado una tarta de limón de Espinosa, que ya conocíamos y que nos encantó.

Y no defrauda.

Fantástica.

Juan comenta que el próximo día, que será el fin de curso, podríamos ir a lo salado: él tendrá cerveza fresca, yo llevaré cascaruja -a poder ser de Solano, que creo que sigue funcionando- y Vicente aportará algo de queso.