DÍA 34
28 de junio de 2023
3:30 h.
Seguimos con los diapasones. Juan está enfrascado con los peones de la guitarra que está haciendo por encargo, con perfiles personalizados (de 5 o 6 colorines). Le pregunto por la diferencia (milimétrica) de su excel con el que yo tengo (que sí respeta la norma de que el traste 12 sea la mitad exacta del tiro) y nos contesta, fiel a su estilo: "¿queréis que suene bien?" Ni dos palabras más. En primer lugar, hay que cortar el extremo superior del diapasón de Vicente. Juan lo sitúa en su guía y lo calza para compensar las diferencias de tamaño con la guitarra. Con mucha maña, y con la sierra japonesa superafilada de Juan, Vicente corta limpiamente el diapasón. Luego marca el semicírculo inferior. Decidimos ir poco a poco, acercándonos y midiendo a cada paso. Es más lento pero mucho más seguro. Aplicamos la máxima de medir dos veces -o más- y cortar una. La aproximación al primer semicírculo no genera ninguna dificultad. Vicente decida que el diapasón llegue a tapar la roseta, pero que no avance hasta la boca. Y, poco a poco, hace el trabajo. También decide cortar los extremos, que quedan muy puntiagudos, por estética y para evitar enganchones. ¡Está quedando fantástico! Para el ajuste final, con lija, Vicente se vale de un trozo de tubo corrugado que Juan tiene para esos menesteres. Una vez ajustado el diapasón, Vicente empieza a dibujar las líneas de los trastes. Una reglica pequeña que llevo (la que usé yo) le vale para empezar. Y cuando Juan lo ve, saca el calibre y dice que se hace mejor con él. No voy a hacer aquí ningún comentario. Y con el diapasón a medio dibujar, acabamos por hoy.
Mientras, dibujo definitivamente las líneas de mi diapasón y Juan saca otra de sus máquinas: dos listones con cortes-guías y una sufridera inferior Se alinean y sirven de guía para el corte. Juan plantea hacer un primer corte con la sierra superfina y luego completar con la otra, algo menos fina. Como la sierra es tan delgada, se mueve un poco y no resulta muy precisa, por lo que me ajusto a un lado y presiono con los dedos. No es fácil.
Algunos de los cortes iniciales quedan sucios, pero Juan no le da importancia. El traste lo tapará. En cuanto a la profundidad, Juan tiene calculado que la marcan los dientes de la sierra. Conviene no pasarse, que a tiempo de profundizar más estaremos. Además, Juan nos sigue aconsejando usar cera franciscana para suavizar el corte. También he dicidido poner 14 trastes (los que traía el guitarro original). Si no te fijas mucho en los fallos de los cortes, queda espectacular.
Y, a pegar. Juan cuenta que los diapasones de los violines se pegan al mango con muy poca cola. Así, cuando hay que repararlos, con un golpe seco se separan sin problemas. Además la cola es la tradicional orgánica, no la sintética que usamos ahora. Yo, pensando en la consistencia y teniendo en cuenta que el diapasón es más corto, le echo más cola (probablemente demasiada), y al presionar con los gatos sobresale un poco, como un sandwich de queso fundido. Juan se descojona, y yo me quedo más tranquilo
Y así se queda hasta el próximo día. Mención aparte merece el bizcocho de chocolate -de Espinosa- que ha llevado hoy Vicente. Crujiente por fuera y tierno por dentro. Una delicia unánime.
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