DÍA 32
14 de junio de 2023
3:30 h.
Juan ha cerrado ya el laúd de Narciso y está trabajando en los perfiles cuando llegamos. El guitarro de Vicente está en el sitio donde lo dejamos, pero ya sin las cuerdas. Comprobamos cómo ha quedado. Está pidiendo a gritos un buen cepillado, pero parece que está bastante bien. Y el mío vuelve como se fue. Esta semana, ni lo he tocado. Vicente se dispone a terminar de montar las cuerdas en su EKO Juan, además de pegar la grieta del puente, lo ha enmasillado Una vez encordado, Juan va tensando las cuerdas con cuidado por si salta algún tope. Poco a poco, el mástil se curva con la presión y el sonido se hace más limpio, sin cerdear. También ha repasado los trastes, el clavijero... Y, efectivamente, suena fantástica y se toca con más facilidad, es más blanda. De hecho, Juan todavía baja un poco el puente con los tornillos que lleva, y el sonido sigue limpio y potente.
Por último, adaptamos la espiga de haya que traje el otro día, que tiene que ser algo cónica, y la encolamos. Como sobresale un poco, Juan lo lija con la dremel, con la técnica de dentista: a golpecitos para que no queme la madera. El resto del trabajo es fácil: un taladro en el centro del taco, y atornillar el botón, ahora metálico.
Con la satisfacción del renacimiento de la EKO, Vicente destapa esta maravilla: Un delicioso pastel de manzana. Y, a por el guitarro. Cada vez se acerca más a lo que tiene que ser. Como estos perfiles sobresalen bastante menos que los del mío, solo a base de cuchilla se tarda muy poco. De momento no vemos necesario el cepillo. Vicente le coge el tranquillo muy pronto y el trabajo avanza bastante bien. Comentamos que éste es uno de los trabajos muy agradecidos. El cambio en muy poco tiempo es espectacular. Las manchas de cola saltan sin dejar rastro. Juan dice que, si se resisten, se puede usar agua sin problemas, pero no es el caso. En seguida, para igualar algunos desniveles, hay que usar lija. Y Juan se anima también. Acabada, por el momento, la tapa, Vicente pasa a los aros. Pronto comprueba, aliviado, que la cintura de uno de ellos, que se había quemado un poco al domarlo, recupera sin esfuerzo su color original. Y, para acelerar un poco, Juan propone usar la dremel para desbastar lo más pesado. Y le pasa la máquina, esta vez sin coña, a Vicente, que, usando la mano izquierda como apoyo, por consejo de Juan, consigue resultados rápidos y limpios. Aunque se trague un poco de serrín, vale la pena todo el trabajo Está quedando precioso. Al ponerlos juntos, Juan se percata de que el mío tiene la tapa más oscura, pero no le extraña, porque dice que no hay dos maderas iguales, y que el cedro precisamente tiene muchas tonalidades. Yo le pregunto si puede ser por las dos semanas que lleja lijado el mío, y dice que también puede ser. Cuando los terminemos veremos si es así. Y mientras yo... Antes de meterme con el diapasón, lijo un poco la cejuela de hueso. Viene con 6 mm de grueso, y, aunque a Juan parece no preocuparle, por estética sobre todo, me parece mucho y decido dejarla en 5 mm. El olor que desprende al lijar debe ser parecido al famoso "cuerno quemao". Pero, en muy poco tiempo, se consigue el grosor que buscaba sin problemas. Para ajustar el lado superior del diapasón, recupero el artilugio de Juan (el que me salté el otro día). Efectivamente, el invento funciona. Y sirve muy bien de guía, no solo para el corte a escuadra que tengo que hacer yo, sino para todos los trastes de una guitarra convencional (que a nosotros no nos servirá al tener el tiro del guitarro mucho más corto, como es lógico). Le pregunto a Juan si es ébano o pauferro, que es la duda que tenía, y confirma que es ébano. Dice que el pauferro es más claro y rojizo, y se va, se mete en su almacén y saca un pedazo. No tiene nada que ver, aunque dice que también es durísimo y pesa un disparate.
Y sí, cuesta un bastante cortar el ébano a mano. Juan saca un trozo de cirio de los franciscanos de la Merced, para untar la sierra, y se agradece.
Y una vez ajustado el extremo superior, tomo las medidas para eliminar el escalón inferior. Como dijo Juan, voy a hacerle varios cortes con la profundidad requerida (la altura de los dientes de la sierra japonesa) para que sea más fácil desbastarlo. Y retomamos el tema del puente: Juan es partidario del uso del hueso, para poder ajustar la altura de las cuerdas. Saca uno que encontró en la basura de la fábrica de guitarras Alhambra, y vemos que se nos hace muy grueso, aún reduciendo al máximo las distancias. Y es Vicente, más valiente que yo, el que da el paso: ¿por qué no hacemos el puente de tiro directo, como los que llevan los más antiguos? Juan no ve inconveniente tampoco. "Total pa quien es..." Además, Vicente plantea que le gusta mucho un puente sin cuernecillos que ha visto entre las fotos que les traje el otro día. Yo sigo pensando en los cuernecillos y la lágrima. Además comento que hay que calcular la altura de los puentes, que tendrán unos 2 mm. de diferencia. Juan saca entonces su regla calibrada (esa que siempre te dice que lo has hecho mal) y, a falta de ajustar, calcula una primera aproximación, dejando el clareo necesario para que las cuerdas suenen y no cerdeen. Y ya va siendo hora de limpiar el taller y de hacer mutis por el foro, hoy con un sol de justicia. Por el camino se reproduce en el coche, por casualidad, una canción de mi pendrive que lleva un cuatro venezolano fantástico, con un sonido que me encantaría que se pareciera al guitarro. Luego le mandé a Vicente el vídeo de donde la grabé.
Las dimensiones son similares, y, con solo cuatro cuerdas suena genial. Habrá que esperar un poco todavía.
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