DÍA 7

25 de Febrero de 2019

1 h.

 

Hoy he llegado tarde. Solo tengo una hora.

Suponía que iba a seguir con los mangos, pero ahora toca preparar los aros.

Hay que lijarlos para dejarlos en 2 milímetros. Al ser de palosanto, el trabajo es lento y empiezo a preocuparme por la dureza de la madera. Creo que va a ser muy difícil curvarla.

Con la lija, la madera está cogiendo un color precioso y un tacto fantástico. Las imperfecciones que había desaparecen.

Le comento a Juan lo del curvado y me dice que no es, ni mucho menos, lo más difícil, y que para que se me pase el susto, practique con un listón de palosanto que tiene para la ocasión.

 

No hace falta tener la madera un tiempo en agua, con humedecerla de vez en cuando es suficiente.

Y voy a la curvadora: un caos de tubos metálicos de diferentes diámetros, con resistencias en su interior, encajados en una estructura de pupitre viejo de escuela.

 

 

Al principio, nada de nada. Se curva un poco, pero se recupera de inmediato.

Creo que hay que apretar más y deduzco que no hay que dejar que el agua se seque, para no quemar la madera.

Al poco, noto que la madera cede. Se nota. Pero al enfriarse recupera un poco.

Insisto y supongo que mientras se enfría hay que mantener la presión con las manos.

 

Y, mi primera curva.

No quiero confiarme el próximo día, no vaya a quebrar un aro, pero parece que esto funciona.

Y, al llegar a casa, las clavijas chinas que faltaban estaban en el buzón.