LEYENDAS
Er
castillo de Montagú y er tesoro qu tié encantao.
Pedro
Díaz Cassou
Pus señor, qu'en una ocasión, y no ba é cuento,
qu'a uno der cabezo é Churra qu'estaba sirbiendo ar rey, lo
cautibaron los moros é la morisma del Africa. Y an de saber
ostés, caballeros, que cuentan y no arrematan desos encebilizaos,
bamos, que se ponen los pelos é punta en sintir que se comen
las presonas crúas mejor que guisás... y ¿saben
ostés lo que comen los mas delicaos?... pus las hacen á
las presonas picaillo pa donganiza ú pa albondiguillas... ¡habrá
alarbes!... y lo mas güeno qu'allí le pué pasar
á cuasiquier hombre es que lo bean que no tié mollas,
que entonces no lo egüeyan pa comérselo, que lo ponen
uncío á que labre con un güey y tabía peor,
con un burro, y en no sacando que no saque bien los cornijales ó
balla argo esmayao en er tiro, ú l'arriman un güen punchazo
con la llamaera, ú le suertan un crujío que lo doblan
al infelís, y lo ejan encorbillao pa una temporá.
Y asina estaba er de Churra un dia, haciendo yunta con un burriquio
mu biejo y mu matao, cuando, una bes, ar sentalle er gañan
la bara en una regüerta, se la ejó tan sentá, que
no pudo callarse er probé, y sortando un quejío del
arma.
—¡Castillo é Montagú de mi vida! dijo er
Perete, cuando t'esfisarán mis ojos?...
Y jué er dicillo en tan güeña ocasión, qu'un
moro prencipal que pasaba po'una berea, allí junto, en sintir
que sintió aquellas despresiones, tiró de las frias
der bocao, y paró er caballo y
—Qu'as icho é Montacut, perro? le preguntó ar
Perete. Esto é llamalle á uno perro, es lo mas rigular
que le icen á un cristiano aquellos mojamas.
—Na, señor, repuso to asustao er Perete, que ar que le
duele se queja, y como yo soy de Churra qu'está incia Montagú...
—Montacút, castello de Mursiá en Esbania.
—No, señor, y anqu'osté esimule, Montagú
castillo de Murcia en España, qu'así se prenuncia;...
pero er castillo á de saber osté qu'está erribao
una senfinitú.
— A ber, dijo er moro á una pasmarota é gente
que con er traiba: que esunzan á ese perro, quiera su amo ú
no quiera, y echallo elante.
Y así jué; y en llegando que allegaron á la casa
del moro aquer, echaron ar Perete ar corral, y le dieron que comiera
y bebiera dista tocárselo con er deo, y empués se durmió
er probe, y sabe Dios cuantas horas llebaría é sueño,
cuando sintió que lo espertaban de una patá en sarva
sea la parte, y era su amo nuebo que le preguntaba:
— Oye, muchacho, y á tí como te icen?... esto
en su jamalajá, que ya lo entendía Perete, manque han
de saber ostés, caballeros, que no hay lengua mas clara que
la q'ablamos aquí en la güerta e Murcia, qu'ar pan le
icimos pan, y ar bino bino, y al amasijo e panizo le llamamos bollo,
y cuando no es tó panizo le llamamos pan de rigüerto...
— Pus á mí me icen en mi tierra Peretiquio er
der tio Perete Zambullo, er de Churra, pa sirbir á Dios y á
osté y ar prójimo, dijo Perete que estaba mu bien criao.
—Pus Peretiquio er der tio Perete er de Churra, t'e llamao pa
icirte que si tú eres ombre de bien y agraecío, y aces
lo que yo te mande, as hecho tu suerte dinde abora mesmo, porque te
boy á dar la libertá insolutis.
Peretiquio ar pronto jué á pegar un repullo de l'alegría
que le corrió po el cuerpo, pero se paró un poco y no
ijo mas que:
—jPuá ser! que es lo que, en un paso como este, juera
dicho tó ombre que se pare una miaja.
—Mas ago yo, siguió iciendo er moro, qu'es darte pa qu'en
allegando qu'allegues á tu tierra, compres un güen par
de bacas pa tu paere, y una yegua pa tí, pa que la eches de
fantesioso los domingos.
Perete en cuanto que le mentaron á su paere, s'acordó
der probetiquio biejo y de lá probe bieja é su maere,
y de la Hermosa y la Dorá, qu'asina se llamaban las bacas é
su paereque eran mu biejas, y dista s'acordó der perro que
l'ecian er Pichile; en fin que s'acordó de tós, y como
era güeno dasta er güeso, repuso:
—Mié osté, mi amo, lo qu'es eso si osté
mace güeno un par de bacas, manque no sean de las der ojo negro,
sab'osté?... de la casta d'Almeria, pué osté
quearse con la yegua pa remediar á otro probe; que se lo ice
á osté un ombre qu'en su casta denguno ha tenío
gomia en jamás y tós an tenío prójimo...
pero saboste lo que ice este pájaro...
Y na mas ijo er Perete que escomenzó á rascarse porque
no podía espotricarse bien er probé»
—Desplícate, alimal.
—Pus mioste, me boy á desplicar manque tenga yo poca
lletra menúa, qn'anque vestío é lana no es uno
borrego, y ar fin y á la prepartía, yo m'entiendo y
bailo solo... y es lo que yo igo, si osté m'ubiera dicho, oye
Perete, te voy á dar mas palos que pelos tiés, ó
te voy á inchar la geta á guantás, ¡bamos!
que lo creo á osté mas presto que la vista; pero que
me dé osté la libertá insolutis y por añadiura
las bacas... ¡bamos! qu'es lo que llo igo, náide da na
por na si no es como los güenos dias, y no toas las beces...
y aquí hay bosilis... es al decir, un ese... de un aquer...
de la cosa... ¡bamos! ¿lo quié osté mas
claro?... qu'este guisao tié moscas... y ya está icho
tó.
Y er moro s'echó á reírse y alluego le ijo: —
Sabes Perete hijo de Perete que me paece que tú as deprendió
mas que t'an enseñao?
—Los Zambullos, mi amo, dijo Peretiquio, con dinidá,
an paecío siempre tontos de paeres á hijos, y lo qu'an
sio siempre, es ombres mu de bien y de muncha bergüenza.
—Pus mira, Peretiquio, pa tu tranquilidá as de saber
que lo que llo te doy es ná comparao con lo que tu bas á
darme, si haces lo que yo te encomiende, asina que t'arremanejas en
tu tierra y subas ar castillo de Montagú y agas allí
lo que boy á ecirte en secreto. Arrímate y escucha
Y aquer dia y otros dias platicaron los dos encerraos, y asina qu'er
tio aquer qu’era enchicero tubo bien destruio ar Peretiquio,
lo metió en un barco que benía p'acá; pero antes,
como tenía güeña ley er Peretiquio, le compró
á su maere un pañuelo de sea crúa, y á
su paere la mejor faja que bido, y á un zagal que teniba el
amo é las tierras é su paere, un moniquia que no mordía
y se tiraba unas borteretas que era una dibirsión... y boy
á echar un cigarro y alluego sabrán ostes lo mejor der
caso.
Pos señor q'una madrugá q'ar tio Perete er de Churra
lo tenían sin poer apegar los ojos una fatiga q'ar probe biejo
se l'abía agarrao ar pecho, y unos olorciquios románticos
q'abía cogío regando, sintió unos llatíos
que pegaba er perro (que era mu sentío) y lo que primero se
l’ocurrió al hombre, jué:
—No hay mas nobedá que m'están robando las gallinas,
y se tiró d'encima el arca ande dormía, dinde q'estaba
echao á perder, y se salió mu con tiento por la puerta
ezaga é la casa, pa ber q'era aquello; y bido... bido, caballeros,
un hombre que l'abía echao un brazao é yerba á
las bacas, y alluego sabía asentao en er pisebrón, y
l’estaba pasando la mano por los cuernos á la Dorá,
tanimientras que cantuseaba unas malagueñas der punto é
l’abana... y por lo que mas se queó suspenso er tio Perete,
jué en ber que las bacas no bufaban, y q'er Pichile tó
era dar brincos y dalle á la cola.
—Por
lo bisto debe é ser un conocío, ijo er tio Perete, y
es d'agraecer que cudie mis alimales, manque ende aquí y con
la cortedá é la bista, no efise quien puá ser
el hombre...
Y er perro pegó un sarto y se subió ar pisebrón,
y la Dora dijo muu.!.. y er probe paere pensó q'así
se ponía er perro con su hijo, porque er Pichile y Peretiquio
eran mu amigos, y en pensar que pensó en su hijo, l'entró
ar tio Perete una aflición y una tos con gorpes de perruna,
que no la púo esimular, y oir la tos y sartar er der pisebre
iciendo:
—Paere !!! y sartar er paere iciendo:
—Peretiquio !!! y alluego...
—Pepela! Pepela!... ¡es er zagal! er zagal q'a benio!...
q'a benio tu hijo, Pepela!
Y en un jesús la tia Pepela, er tio Perete, Peretiquio y Pichile
estaban tós hechos un montón, abrazaos sin poerse esapegar;
y las bacas ejaron é comer un si es no es asustás, que
dirían ellas ¡pus, señor, san güerto locos
tós!... y la luna, la mesma luna á la que l'abía
contao sus penas la tia Pepela, cuando su zagal se lo llevaron á
sirbir al rey, y cuando lo cutivaron los moros, salió po'un
claro é los nublos como pa ecille:
— Bamos, Pepela! sea en güen hora y sea tó pa bien
de tós.
¡Qué
dia aquer, ca er tio Perete Zambullo er de Churra! Asina que s'arremaneció
Dios po'er mundo, como la bos de la nobedá había corrío,
dieron en benir (los que bibían allí junto los primeros)
á dalle la bienbenía ar zagal, y en la conformiá
q'iban biniendo, la tia Pepela que l’ecía á cá
uno:
— Pero bé osté, tio fulano, qué güen
mozo bié mi zagal?... Pus miosté si él á
benío, es porq'es de ley y se la tié á sus paeres,
y muncha, que mejor estaba allí q'aquí.
—Y de qué estaba allí, tia Pepela.
—Pus qué se yo! de arguna cosa grande... de Marqués
de Camacho de los moros, ó de argo mas tabía... ¿de
q'estabas allí, hijo?
Y á Perete le daban ganas de icir ¡de burro, caballeros!
tirando d'un arao; pero se callaba por no dar que sintir á
su maere, q'estaba mu fantesiosa con su hijo.
—Pero lo q'es eso, siguía iciendo la tia Pepela que paecía
que s'abía isparao, ¡güeno es mi zagal!... y que
no le tira su tierra en gracia é Dios!...
Y diciendo y haciendo, la tia Pepela había hecho una güeña
sartená é gachasmigas ruleras, y les abía echao
unos ñoriquios y dos sardinas espicazás, y cuando sacó
la sartén ebajo é la parra, y echó un puñao
é gucharas que paecian é cera (de nuebeciquias q'eran)
entro é la sartén, er tio Perete le ijo á tó
er mundo:
—Caballeros, á comer ce... bá...
Y tós los q'allí abía s'echaron á reir,
y er que qniso comió, y er que comió, pa esantracar,
y er que no comió por no hacer un feo, la berdá jué
que empezó á correr un porrón de bino y no queó
una gota.
Y
aquella tarde s'arrejuntaron allí y ubo baile ebajo é
la parra, con postizas pa q'acudiera quien tubiera boluntá,
y cuando entrá la noche se jueron tós;
— Paere, dijo Peretiquio, gracisadios que nos habernos queao
solos; tomosté, antes que venga arguien, los cuartos que trayo
der moro, y démoste argunas moneas pa la faja.
Y como tenía güeña crianza y sabía que degún
hijo pué tener mas cuartos que los que le dá su paere,
si es caso que se los dá, Peretiquio echó encima é
la mesa una hermosura de moneas y arguna onza que traiba.
—jBamos!—le ijo su paere dándole un tabanazo, der
cariño que l'entró, que n'as echo mala siega.
—Paere, compresosté lo q'osté quiera y emplee
osté lo demás en alimales.
—Ya s'andará, hijo, que lo primero sa mester pagalle
al amo é las tierras, dos rentos que le debo y er que biene
ya rempujando; y ya sabes lo q'ecía el agüeliquio: Labraor,
paga á tu amo y tú serás el amo, que tós
an de bibir, el labraor de la tierra y el amo de la renta.
— Pus abora, paere, que ya no llebo este peso, me boy á
una encomienda que trayo; no m'asperen ostés, ni pasen cudiao
por mí en toa la noche.
—Hijo, sartó la tia Pepela, si es que bas en ca er tio
Antón Ferisneas, te ice tu maere que no ties ya poique dir.
— Maere, respuso Peretiquio que se dió por entendio,
si lo q'osté quie icirme es que la Faca s'a casao, que Dios
l'haga bien casá y güen probecho le haga á su marío;
pero no es ese mi biaje... démoste er canutiquio que le di
pa alzar esta mañana.
— ¡Baya! lo que me distes pa que lo alzara... Perete,
tu hijo ha trayío una pajuela der moro metía en un canutiquio...
y qué peste echaba la condená!...
—Maere, gritó Peretiquio perdiendo la color de la cara
¡dígaste presto!... osté á encendió
la pajuela... ande está la pajuela, maere?... bárgame
Dios, maere, lo q'osté ha hecho!
— Ná, hombre, ná!... toma tu pajuela que no le
farta mas que una puntiquia q'encendí esta mañana pa
que s'emprendiera la lumbre é las gachasmigas.
— ¡Maere! ya no tié compostura, pero me paece que
m'a perdió osté... Paere, démoste los artes y
un pellonciquio é llesca... y sea lo que Dios quiera!
Y Peretiquio se marchó mu acelerao, y poco impués subía
el hombre como Dios le daba á entender, y aquí cayo
aquí levanto (porque la noche estaba mu escura) er repechiquio
der castillo de Montagú, que de dia cuesta trabajo subillo
y de noche... no quio icir ná!
Y en allegando q'allegó á lo arto, era incia la media
noche, y Perete s'asentó al amparo d'unas peñas; poique
n'abía yebao manta y corría un aireciquio sotil que
s'encortaba tó er cuerpo, y á, él se le caía
cá gota e suor como abellanas.
Dió la primera campaná é las doce la torre é
Santa María, y Perete se enderezó el ombre, miró
en reor, echó una yesca y, ar sonar la úrtima campaná,
la pajuela q'estaba emprendía y Perete que grita con toa su
juerza:
—¡Ya
chie nun!
¡Caballeros!... qué juerza la d'estas palabriquias, que
er monte comenzó á temblar, y se oyó un terretremo
como si juean munchas carretas escargando bolos de rambla!... y er
monte se bido que comenzó á abrir grietas asina como
benteauras, y por las benteauras s'ascuchaba salir unos chillíos
mu raros, y Peretiquio muriéndose de mieo estubo tentao de
tirar la pajuela y tirarse er también de cabeza p'abajar mas
presto; pero el ombre tenía sus puntos, y como abía
dáo su palabra, gritó otra bes, manque temblándole
el abla:
—¡Ya chie nun!
Y tó j ué p'arriba, er terretremo, los ruíos
y los chillíos, y er monte s'ataniboleó como si juá
un borracho, y las grietas s'icieron un boquete á moa d'una
sima, y salió pó allí mosquitos, munchos mosquitos,
morciguillos y pájaros negros, tós como jumarea mu espesa,
que subía mu arto... y alluego s'arremolinaban... y alluego
tomaban ráuta mu apresurá bolando sabe Dios p’ande...
que tós aquellos eran encantaos que estaban allí en
er riñon der monte guardando lo qu'enbiaban á buscar
al Perete.
— Ya cliie nun, gritó por tercera bes er zagal, mas muerto
que bibo.
Y la sima aquella s'emprendió por aentro con una lus que no
era de lus denguna, y s'oyó un gullir, ¡qué gullir!
y se bido un subir, jqué subir! ¡virgen santísima!...
¡onzas peluconas!... ¡tumbagas finas!... ¡arracás
de piedras güenas!... ¡botoanuras mejores que las e Goines!...
tó regüerto... tó subiendo... como sube er chocolate
en la chocolatera... subiendo que ya podía allegarse con la
mano... cuando de pronto Peretiquio sintió que se quemaba los
déos y tiró la pajuela sin saber lo q'acía, y
tan presto jué el apagarse, que er monte se queó escuro
como boca é lobo, la sima se cerró otra bes y no queó
mas que un peaso qu'entabía puen ostés ber en lo arto
er castillo, y er moro está esperando tabía que l’lleben
los monises, y Peretiquio s'abajó más corrío
q'una mona iciendo el ombre pá sus aentros:
—Si á mi maere no se l'ocurre atizar la lumbre con la
pajuela, ni D. Andrés Pedreño tié que ver conmigo
á estas horas... ¡cómo á é ser!
¡pacencia! y bien mirao pá mi n' abia é ser ná...
Ni m'ace farta; desnúo nací y bestío estoy...
¡baya! ¡baya!... juera é penas, que de pena de
no arcanzar ar pisebre se murió un burrucho del tio Palomares.
. .
Y á esto q'abía allegao ar puebro y se tropezó
con unos amigos, zagales como él, que llevaban un timpliquio
y le ijeron:
—Echa
una copla, Perete; y Perete la echó.
No
llames á la suerte
q'es mal mandá,
la estás llamando siempre
no bié en jamás.
Y es una loca
q'aquer que no la quiere
ese la logra.