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ARTE ROMANO

TEXTOS

EL ARTISTA EN LA EDAD ANTIGUA

       En Mesopotamia, civilización ya histórica, los artistas no debieron de ser considerados como tales, sino más bien como artesanos sin gran preeminencia en la sociedad.  Ciertamente, no se conocen muchos datos sobre ellos; probablemente, el Código de Hammurabi sea uno de los pocos textos referidos a los artistas.  Dice sobre los constructores (arquitectos):

       “229.  Si un constructor edificó una casa para un señor, pero no dio solidez a su obra, a consecuencia de  lo cual la casa construida por él se desplomó, causando la muerte del propietario de la casa, este constructor recibirá la muerte.
       230. Sí causa la muerte a un hijo del propietario de la casa, recibirá la muerte el hijo de tal constructor...”

     A juzgar por el tratamiento de los constructores en la ley, no parece que tuvieran ningún privilegio, todo lo contrario, son aludidos como cualquier otro trabajador.

     En Egipto, los ejecutores de las obras artísticas fueron considerados como artesanos y, de hecho, sus creaciones, al igual que en Mesopotamia, eran anónimas, sin que se sepa que ostentaran ninguna alta categoría social.  En este sentido, en un texto conocido como «Sátira de los oficios» compara la figura del escriba, una de las más reconocidas entre las ocupaciones, con otras labores que se consideran de menor rango.  De este modo habla sobre el trabajador de la piedra (cantero o escultor):

 “El tallista de piedras corta excelentemente con el cincel toda clase de piedras duras, pero cuando termina, cuidadoso de hacerlo bien, sus brazos han perecido, está agotado; si se sienta, al crepúsculo, sus rodillas y su columna están encorvadas...”,

A lo largo de la Antigüedad la labor del artista, especialmente la del artista plástico, va a ser considerada como un trabajo más, sin adquirir por su obra un prestigio o un reconocimiento especial.  Así ocurre también en Grecia desde sus primeros tiempos.

          Más adelante, cuando ya poseemos más datos al respecto, la situación no varía.  Para los griegos el concepto del arte, o al menos el más parecido al nuestro, se designaba con la palabra techné, equivalente al término latino ars, que alude genéricamente a todo tipo de habilidades y destrezas, lo mismo en el campo de las artes plásticas, que en otras bien diferentes como el de la carpintería, la agricultura o la medicina.

          Para la Grecia antigua el artista, era por tanto, un vulgar mecánico, un hombre con habilidades manuales, y no un «genio» en el sentido que se le ha asignado al artista con posterioridad.  Por lo mismo, el artista nunca gozará de un especial reconocimiento social, ni siquiera los nombres más populares como un Fidias o un Policleto.  Ellos son simples banausos, mecánicos que trabajan con las manos.  El mismo Platón indica que la inspiración, lo que él llama el entusiasmo (enthousiasmos, o influencia de las Musas), es una intervención divina sólo reservada a los músicos y los poetas, pero no a pintores o escultores, que tienen que trabajar según las reglas fijas de la técnica (techné).

          Llegada la época del Helenismo se asiste a una serie de nuevas transformaciones que implican al valor de la obra en sí y al del artista.  Su consideración no ha mejorado respecto a la de épocas pasadas, si bien el culto a la personalidad que se inicia con la propia figura de Alejandro Magno otorga al artista un cierto renombre, mejorando su situación económica, sobre todo si se adscribe a las nuevas cortes del Imperio, convertidas ahora en importantes centros de mecenazgo. 

          Por último en época romana, la situación del artista permanece inalterable.  Su reconocimiento social sigue siendo escaso, sobre todo en la etapa republicana, en la que coinciden los mismos criterios sobre el artista y sobre el mecenazgo del arte, que en época helenística.  Al llegar la etapa imperial, cambia algo la situación; el aparato del Estado se convierte en el favorecedor de las grandes obras, al tiempo que se advierte un mayor auge de la figura del artista entre los círculos importantes de la sociedad al ponerse de moda la afición al arte y más específicamente a la pintura. 

          En el campo de la arquitectura, cuyo principal impulsor es el Estado, prevalece la autoría romana, cuya mentalidad ordenada y racional es capaz de propiciar las mejores construcciones y obras de ingeniería.  Por el contrario, en lo concerniente a las artes plásticas y expresamente a la escultura, cuyos principales clientes son los patricios y las clases adineradas, existe una dependencia total de mundo griego, del que no sólo se copian multitud de obras, sino que se contratan sus propios escultores y artistas.

     “Las ventajas que puede comportar la profesión de escultor ... no serían más que las de ser un trabajador manual ... Sin duda, puedes convertirte en un Fidias o en un Policleto y crear una gran cantidad de obras maravillosas; pero incluso así, aunque tu arte será elogiado por todos, ningún observador sensato deseará ser como tú; a pesar de tus cualidades, siempre serás un vulgar artesano que vive de sus manos.”
Luciano: Sueño. 9,