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          Mientras  el pueblo rodea al ataúd, el hijo del difunto, si tiene un hijo primogénito, y  si está presente -o en su defecto alguno de su familia- sube a la tribuna y  conmemora las virtudes del difunto... todos se conmueven de forma que esta  pérdida no se limita sólo a los que están de luto, sino que se extiende a todo  el pueblo. 
          Después  de la laudatio funebris, el muerto es amortajado con los ritos fúnebres, y su  imagen encerrada en un relicario de madera, es llevada al lugar más honorable  de la casa. 
          Esta  imagen es una máscara de cera, que representa con notoria fidelidad la  fisonomía y el color del difunto.  Cuando  se celebran los sacrificios públicos se exponen estas imágenes y se les honra  con grandes atenciones; y cuando muere algún pariente ilustre, se las lleva en  procesión a los funerales, por personas que por su estatura y aspecto exterior  son las más parecidas a los originales, quienes además las aplican a su propio  rostro. 
          Éstas,  si el muerto ha sido cónsul o pretor, visten la toga pretexta (es decir, orlada  de púrpura); si ha sido censor, togas de púrpura, y bordados en oro si ha  obtenido el triunfo o ha recibido alguna distinción de este género. 
          Cuando  ha terminado de hablar del muerto, el orador encargado del elogio fúnebre conmemora  los éxitos y las hazañas de sus antepasados, cuyas imágenes presenta comenzando  por el más antiguo ...  
          (R. BIANCHI, Roma, el fin del Arte  antiguo, pág. 75) 
         
          
        
          El  retrato con las imágenes de los antepasados es la expresión del ius  imaginum.  Así, las noticias literarias e  históricas documentan la obra: "Nobilitas" está estrechamente vinculada  al retrato familiar.  "Salustio  (Guerra de Yugurta, LXXXV 25) pone en boca de Mario palabras duras contra los  patricios romanos que le despreciaban porque no tenía imágenes (de  antepasados) y porque su nobleza era reciente " Tener el atrium de su  casa  repleto de imágenes  incensadas" era signo de vieja nobleza. 
          (SÉNECA. Epist. 44.5) 
         
          
        
          “Las ventajas que puede comportar la profesión de escultor ... no  serían más que las de ser un trabajador manual ... Sin duda, puedes convertirte  en un Fidias o en un Policleto y crear una gran cantidad de obras maravillosas;  pero incluso así, aunque tu arte será elogiado por todos, ningún observador  sensato deseará ser como tú; a pesar de tus cualidades, siempre serás un vulgar  artesano que vive de sus manos.” 
            Luciano: Sueño. 9, en BARASCH, M.: Teorías del Arte de Platón a  Winckelmann. 
            Alianza.  Madrid. 1991.  Pág 34. 
         
          
        
          OBTENCIÓN  DE LA CAL 
          La  cal se obtenía quemando en hornos especiales piedra caliza corriente, trozos de  mármol, guijarros de río, etc.  El fuego  transforma estos materiales en óxido cálcico o cal viva, que se  "apaga" con agua, transformándose entonces en un hidrato  cálcico.  Mezclado con materiales menudos  y porosos en una proporción determinada (de ello depende su calidad), se  obtiene una argamasa o mortero que al contacto con el aire va fraguando, convirtiéndose  en hidrato cálcico, en un compuesto estable de carácter lítico perfectamente  trabado con los materiales menudos, es decir, en una verdadera roca.  La porosidad de los materiales mezclados  tiene por fin no sólo aligerar el peso del hormigón, sino también facilitar y  acentuar su homogeneidad, su trabazón. 
          (GARCÍA BELLIDO, Arte romano, C.S.I.C., pág.  49) 
         
          
        
          Pues  quién podría maravillarse lo suficiente ante el hecho de que la porción más deleznable  de la sustancia de la tierra, que en consecuencia denominamos polvo, de las  colinas de Pozzuoli, encuentra a las olas del mar y tan pronto como se sumerge  se transforma en una masa de piedra que resiste los ataques de las olas y se  torna más fuerte cada día. 
          (VITRUVIO,  Los diez libros de arquitectura.  pág.  45) 
         
          
        
          (Nerón) se hizo  construir una casa sobre el Palatino y el Esquilino, y habiendo sido  destruida por un incendio, la reconstruyó con el nombre de Domus Aurea. Para  dar una idea de su tamaño y esplendor bastará lo siguiente: en su vestíbulo se  había erigido una estatua colosal de Nerón de ciento veinte pies de altura; la  casa era tan amplia que contenía pórticos de tres filas de columnas de mil pies  de largo, un estanque semejante al mar rodeado de pabellones menores, como si  se tratara de villas, y además una gran superficie de terreno en la que  se veían a la vez cultivos, viñedos, pastizales y bosques, en los que había  toda clase de animales domésticos y salvajes. El edificio se encontraba  completamente recubierto de dorados, piedras preciosas y perlas; el  techo del comedor estaba hecho a base de placas de marfil móviles y perforadas  por agujeros, para poder arrojar desde lo alto flores y perfumes sobre los comensales;  la sala principal era circular y giraba día y noche sin parar sobre su eje,  como el mundo; en la sala de los baños corrían las aguas del mar. Cuando aquel  palacio se terminó y Nerón lo inauguró, su único comentario se redujo a  estas palabras: '“Por fin voy a estar alojado como un hombre”. 
          Suetonio: Vida de los doce césares 
         
                
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